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EL INGENIOSO PLAN DE LOS

CLUBES PARA ESQUIVAR LA QUIEBRA

Comida y spa a domicilio, cursos de cocina, camping de lujo, atracciones para millennials, rebajas en las cuotas y hasta proyectos de vivienda, las salidas de los clubes sociales para evitar el colapso.

Los clubes sociales, símbolos del estatus y punto de encuentro para el ocio y entretenimiento de unos 60.000 socios y sus familias, están en riesgo: buena parte de sus actividades y eventos se vinieron al piso por las restricciones y el miedo al contagio de la covid-19.

Según cifras de la Asociación Colombiana de Clubes Sociales y Deportivos (Asocolclubes), estos establecimientos generan unos 10.000 empleos entre directos e indirectos, razón por la cual el Gobierno nacional les aprobó auxilios a la nómina en 2020.

En algunos casos, las ventas de alimentos y bebidas, una de las principales fuentes de ingresos, se desplomaron en 90 o 95 por ciento.

 

A esto se suma la imposibilidad de organizar eventos sociales, como reuniones empresariales, matrimonios, encuentros deportivos masivos y fiestas de fin de año. La cadena de suministro de personal, alimentos y otros insumos también se ha visto afectada.

Los clubes sociales que acudían a empresas temporales de empleo para vincular personal los fines de semana o para grandes eventos suspendieron estos contratos ante la baja demanda. Los proveedores de equipos de luces, sonido y catering también se incluyen entre los afectados.

Por el lado interno de los clubes, se han presentado deserciones de socios afectados por la crisis económica. Otros afiliados intentan salir de las acciones con familiares en una mejor posición financiera.

Ante esa realidad, los directivos implementaron planes de alivio, como rebajas en las cuotas de sostenimiento, entre otros beneficios.

El presidente de Asocolclubes y del Club El Nogal, Rafael Blanco, dijo que la tasa de deserción en general se puede acercar a 10 por ciento. “En algunos clubes, como en El Nogal, no se ha ido ninguno y en otros están volviendo”, comentó.

Los clubes sociales urbanos, cuyo foco principal son los empresarios, ejecutivos y compañías, registran una situación aún más compleja debido a que cerca de 60 por ciento de sus ingresos provienen de la venta de alimentos y bebidas, y el otro 40 por ciento, de las cuotas de sostenimiento.

 

Aunque la mayoría de los clubes crearon plataformas digitales para vender alimentos a domicilio, no es suficiente para cubrir el faltante.

En un restaurante de club social urbano, el ticket de una persona puede ser de 120.000 pesos, pero el domicilio no supera 35.000.

Su punto a favor, a diferencia de los campestres, es que no incurren en grandes gastos para mantener campos de golf, jardines y otras áreas de esparcimiento y deporte.

Aun así, la falta de eventos empresariales, almuerzos corporativos y el alejamiento de las piscinas y spa afecta notablemente a marcas icónicas como El Nogal, Gun Club, Banqueros, Club del Comercio y Jockey Club, entre otros.

Además, desde antes de la pandemia, estas entidades sin ánimo de lucro presentaban problemas estructurales para mantener los socios. “Tenemos un problema generacional. Hace 20 años el club era un tema de apellidos y abolengo, y la mayoría de los asistentes eran hombres. Eso cambió y ahora vemos emprendedores exitosos, muchas mujeres y jóvenes”, cuenta Ricardo Arango, presidente de la junta directiva del Nuevo San Andrés Golf Club.

Este sitio logró anticiparse a la actual crisis y hoy muestra una renovada oferta de servicios y atracciones, en los que el foco principal es el millennial exitoso, el emprendedor y la familia.

En total, invirtieron 7.000 millones de pesos y no han tocado el campo de golf, su principal atractivo. El Nuevo San Andrés construyó 35 chalets y glamping (campamentos de lujo), adecuó el lago para juegos acuáticos y áreas de pícnic para la familia; también transformó la taberna en un bar para ver deportes, construyó un muro para escalar y hasta una pista de bicicrós.

Asimismo, hay planes para más glamping porque los actuales no dan abasto para las familias que buscan una nueva experiencia y bajo riesgo de contagio.

 

Eso no quiere decir que 2020 haya sido un año del todo positivo para este club campestre, ubicado en Funza, Cundinamarca, pues se presentó un bajonazo grande en ventas y asistencia.

Sin embargo, si 40 socios se fueron durante la pandemia, la administración logró atraer a otros 36. Además, sus administradores poseen otro as bajo la manga: le entregaron a la Constructora Bolívar un lote de 52 hectáreas que forma parte del club, sin uso, para que allí desarrolle 3.500 unidades de vivienda.

Con el anticipo efectuaron las adecuaciones y para el futuro se prevé que cuenten con un flujo de caja poco visto en este tipo de centros de ocio.

Manteniendo vínculos

Desafortunadamente, no todos los clubes tienen la posibilidad de un ‘cambio extremo’. Es el caso del Club Social Santa Marta, que no cuenta con el espacio para renovar.

Los matrimonios de 500 invitados se han tenido que reemplazar por eventos que no superan las 50 personas. Aun así, apostaron por la buena calidad de su gastronomía para mantener el vínculo con sus cerca de 500 socios.

Este es un club con 107 años de creación, por lo que apela al sentido de pertenencia de los miembros para mantener a flote las instalaciones, el personal y los ingresos.

“En 2021 esperamos volver a los eventos sociales, porque hace parte del ser humano ser social y querer reunirse”, dijo Doraluz Campo, gerente del Club Santa Marta. El año pasado solo se retiró un socio.

En el Country Club de Ejecutivos de Medellín el ajuste también ha dado resultados positivos. Cursos de gastronomía, talleres de refuerzo escolar, spa en casa, comida a domicilio y eventos virtuales, como el Día de la Antioqueñidad, han mantenido a unas 1.000 familias activas con la marca.

En Cali, el Club Campestre también se esfuerza por mantener el flujo de caja activo.

Redujo el valor de las cuotas, desarrolló un club virtual que ofrece servicios deportivos, culturales, académicos, musicales, y hasta la imaginación dio para la creación de un noticiero interno de televisión, Noticampestre TV, y un servicio de lectura de revistas online.

Cada club echa mano de sus capacidades logísticas y económicas. Sin embargo, está claro que la pandemia seguirá golpeando sus finanzas.“La tormenta no ha pasado y vislumbramos mayores pérdidas en 2021 que en 2020.

El club vive de los eventos y no vemos que en el primer semestre vuelvan estas actividades, la esperanza es que se sigan vinculando más socios”, dijo Arango del Nuevo San Andrés.

Bien sea para jugar golf o tenis, encontrarse con un amigo o familiar, o simplemente para cerrar un negocio, los clubes seguirán siendo un espacio social clave para personas exitosas con buen poder adquisitivo. Probablemente, la pandemia ponga en jaque a más de uno a tal punto que lo vuelva inviable e insostenible.

Todos están dando la pelea para sobrevivir, así que todavía hay esperanza. Lo más interesante es ver cómo algunos de estos centros se reinventan y ofrecen nuevos servicios a una sociedad que también cambió. Los ricos también lloran, pero también se pueden reinventar.

El negocio

Los clubes sociales no se escapan de la grave situación económica y las restricciones de movilidad.

• 60.000afiliados, entre familias y socios, asisten con regularidad a estos espacios en Colombia.

• 10.000empleos directos e indirectos generan los clubes sociales, según cifras de Asocolclubes.

• 2.500socios tiene el Club El Nogal, uno de los más importantes del país. En 2020 no se presentaron retiros.

Tomado de 

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